DERECHO…PUEBLO Y SU EJÉRCITO

DERECHO…PUEBLO Y SU EJERCITO

Si observamos el origen del hombre y nos concentramos en su simple conformación anatómica, veremos que por su condición, diseño y fortaleza física es de los grandes animales tal vez el menor, pero, siempre partiendo del origen, en los casos en que en tamaño supere a algunos,  su misma naturaleza lo hace débil ante las inclemencias de un mundo elemental.

Es su inteligencia, capacidad de análisis, conclusiones y toma de decisiones que marcan la diferencia, en el caso de los humanos la fuerza es suplida por el ingenio, la supervivencia es garantizada por la inteligencia y la convivencia entre los mismos hombres es fruto de la sabiduría.

Estos atributos que diferencian al hombre de los demás seres de la creación y que a mi entender, son lo que hacen al ser humano a imagen y semejanza de DIOS, son los que le dan conciencia de derecho al hombre antes de saber la propia definición de la palabra, el hombre ejercía el derecho  antes de poder explicarlo de forma teórica e incluso antes de que existiesen los vocablos simples, los idiomas elaborados  y antes de la escritura misma.

Es entonces el hombre una entidad de derecho y su accionar cotidiano desde siempre, es una concepción del derecho que entiende posee fundamentalmente y que puede ejercer sin sentir restricción o control y menos aún temor a ser sancionado por su ejercicio.

La política se deriva de esa conducta de intención de derecho que ha regido y dirigido al hombre desde su creación o evolución, es un medio de garantía de derechos, ya que estos pueden ser obtenidos, preservados y ejercidos, no tanto por el hombre en la percepción antigua del ciudadano, sino por toda la humanidad, porque no importa dónde nos encontremos, ni la condición de legalidad en la que estemos, siempre el ser humano será tratado por principios fundamentales de derechos. 

Son los seres humanos la razón de ser de todas las normas, principios, valores, políticas, objetivos y metas de un Estado; me explico, un Estado sin ciudadanos no tiene razón de ser, puede tener territorio, pero nunca será un Estado, ese espacio incluso puede ser respetado voluntariamente por los demás Estados, pero aún así nunca sería un Estado, porque son los ciudadanos el alma que da vida a una nación, son los ciudadanos los grandes motores de la proyección de un Estado en tiempo y en espacio, y son sus inquietudes y ansias de crecimiento que inspiran las políticas de progreso nacional.  

El Estado es una acción gerencial viva a favor de los ciudadanos que lo establecen, lo permiten, lo sostienen y lo estimulan a ser operativo y eficiente en beneficio del bien común, por lo tanto es imprescindible para esta operatividad que el Estado por vía de sus poderes constitucionalmente designados, cree leyes y actividades basadas en el derecho, esto es así porque toda política tiene como fin último el bienestar del ciudadano que siempre será la caracterización del derecho elemental y básico por excelencia. 

 La concepción, percepción, sensación y ejercicio de derecho es tan arraigada al ser humano, que los derechos violados y no satisfechos, han sido serios e incuestionables motivos  y catalizadores que han dirigido los movimientos reivindicadores, reformistas y revolucionarios, que a su vez impulsaron los cambios traumáticos e históricos de todas las civilizaciones, hasta el logro de un estado de derecho. Ya que no importa cuanto sea la capacidad de soporte de los pueblos, siempre llegara el momento donde el ser humano entiende que es mejor el sacrificio máximo por la búsqueda y logro de derechos, que una vida de aceptación de ignominia y atropellos que afecten su percepción de dignidad.

La República Dominicana no ha sido una excepción a la regla, sus hombres y mujeres han luchado, han muerto, han vencido y trabajado en la tarea de alcanzar y sostener su estado de derecho; desde la época colonial, evento histórico que rompió con la convivencia armoniosa de poblaciones organizadas, identificadas y socialmente dirigidas por un líder conocido y venerado, así como por normas consuetudinarias respetadas por todos los miembros de la comunidad, normas que garantizaban la vida pacífica en sociedad;  cual fue la situación encontrada por nuestros ¨descubridores¨, ruptura que obligó al primer libertador de América, como llamara el Profesor Juan Bosch al Cacique Caonabo, a enfrentar y vencer a la abusiva soldadesca del Fuerte de la Navidad.

Caonabo aquel noble entre los nobles que sólo podía ser capturado, como tal lo fue, por la traición, conducta que su pura raza no conocía ni mucho menos empleaba, aquel que falleció de inanición al negarse a ingerir alimentos cuando era trasladado hacia España y su cuerpo arrojado al mar, rechazado por los españoles mas siempre recordado por los originarios de sus predios y amantes de la libertad, aquel que sólo su muerte permitió que el Almirante Cristóbal Colon  diera el primer paso a la dolorosa  conquista de todo el territorio que hoy se llama América.

La tenacidad del rebelde Cacique Hatuey en contra de la colonización, que acosado por los españoles se ve obligado a exiliarse en Cuba donde organiza y dirige la resistencia de los aborígenes contra el invasor, allí fue capturado y condenado a morir en la hoguera, pena  y castigo impuesto a los más viles criminales en la Europa feudal, pero a pesar de ello su espíritu indomable no se inmutó y tal pira de sacrificio ofrendó su alma a los Dioses del Albedrío, con la dignidad que sólo el derecho inalienable de  los hombres libres sabe otorgar.

La rebelión de Enriquillo, aquel cacique de noble sangre de la alta estirpe de la casta dirigente, política, militar y hasta cierto punto religiosa del Cacicazgo de Jaragua; aquel huérfano criado y  educado por los líderes católicos de la común de la localidad política española de Santo Domingo, siendo uno de sus preceptores el Fraile de Las Casas; aquel ser humano que viendo sus derechos mancillados se desgarró las vestimentas que lo vinculaban y que lo ataban a su vida conversa de la cultura española;  aquel que siendo niño había sido desarraigado de su génesis; aquel que tomando a su insultada y fiel compañera Mencía, recorrió, realmente, la ruta de sus recuerdos hasta las indomables alturas de Bahoruco; aquel que se elevó con quienes por convicción y Fe lo siguieron; aquel pluralista líder que no distinguió entre etnias, color ni credo

 Enriquillo quien aceptó sin exclusión a sus seguidores y que estableció como identidad entre sus dirigidos la inspiración y convicción de los  derechos de libertad y dignidad; aquel que no conoció la derrota ante las tropas de la ¨civilización¨; aquel que concentró a su alrededor a taínos, mestizos, negros, mulatos, zambos y a toda la concepción de mezclas posibles entre los hombres que han enriquecido y enriquecen a nuestra nacionalidad, nuestra conciencia de libertad y principalmente a nuestra  única y sencilla idea de permanente  humanidad.

Enriquillo que siendo educado por la segregación entendió que solamente la identidad, el orgullo, la nacionalidad, la dignidad, el concepto de nacionalismo, patriotismo y sacrificio unen a los arraigados en el  mismo espacio; aquel que estando cansado su espíritu y su  tropa mas no su convicción, no fue doblegado por el conquistador insatisfecho sediento de riquezas que nunca apaciguó su ambición, aquel creador de las tácticas de guerrilla con las que venció una y otra vez a los conquistadores que lo siguieron en las elevaciones de Bahoruco.

El Cacique Enriquillo, aquel revolucionario, el primero de los nacidos en estas tierras, hoy América, que al no conocer la derrota logró el primer tratado de paz del mundialismo entre conquistadores y los antes sometidos, obteniendo el derecho a la libertad y propiedad; aquel que no sucumbió ante las armas del enemigo, fue vencido sin embargo en su más importante batalla por la vida por las enfermedades importadas por los españoles, aún así, en esa última batalla fue victorioso, porque garantizó que él y los suyos dejaran este mundo como habían llegado, disfrutando del más grande derecho del ser humano después de la vida…LA LIBERTAD.

El parto de un pueblo que se vio obligado a dar a luz un ejército del tamaño de sus necesidades, tomando las acciones de la defensa y control territorial por las tropas de las Cincuentenas, las que tuvieron que responder a las secuelas de la  azarosa devastación de Antonio de Osorio en cumplimiento a la inoportuna, inconsecuente y desafortunada Cédula dictaminada por la Corona española en los años de la primera decena del siglo XVII, criminal y nefasto proceso de despoblación de las bandas del Norte y del Oeste de la isla de Santo Domingo, cuyas consecuencias los dominicanos hemos y estamos cargando con dignidad  desde hace ya 400 años; las Cincuentenas que eran unidades de  Élite  compuestas por organizaciones equivalentes a un pelotón de infantería ligera, que operaban a pie y en  algunos casos como caballería, pero siempre armadas de lanzas diseñadas y empleadas según la doctrina del criollo, empleo del armamento único en su clase y respaldado por su convencimiento de la extensión de sus derechos, combinación letal a la hora de defender su concepción de soberanía ante el bucanero francés que ocupaba el territorio heredado.

Nuevamente el pueblo pare con dolor un ejército para enfrentar de forma decidida al ataque del 23 de abril de 1655, cuando la expedición compuesta por 18 navíos de guerra y 20 de transporte bajo el mando del almirante William Penn, siendo el General Robert Venables  comandante de las tropas de infantería, las cuales estaban compuestas por más de 7,000 soldados ingleses, que fueron enfrentados, más que con las armas por la dignidad de  criollos, negros y mulatos, que en el combate convirtieron sus utensilios de labranza y de trabajo en mortales y efectivas armas, obligando a la temida y profesional fuerza inglesa a retirarse y no volver su vista sobre la Española como un objetivo a ser conquistado para beneficio de su corona.

La gloriosa y reivindicadora batalla de la Sabana Real o de la Limonade el sacro 21 de enero del inolvidable 1691 cerca de la ciudad de El Cabo, hoy Cabo Haitiano, batalla en la que las tropas criollas, paridas de las entrañas mismas del pueblo, compuestas preponderantemente por los curtidos hateros y expertos lanceros del Este, devotos hombres de la Virgen de la Altagracia, los mismos que en víspera del combate  ofrendaron sus armas e invocaron a la Virgen para que les otorgara la victo­ria, los hombre que demarcaron la soberanía con la sangre de los invasores franceses que en varias ocasiones habían  mancillado nuestro territorio con sus acechadas incursiones sobre la ciudad de Santiago; tan influyente ha sido esa victoria que desde entonces celebramos el día de la Protectora de la República Dominicana el 21 de enero de cada año, cita obligatoria de todos los dominicanos en la ciudad de Higüey.

La impetuosa epopeya de la Reconquista, cuando de forma voluntaria los habitantes y descendientes de los españoles en la antigua colonia española, pero ya súbditos de Francia, enarbolando las razones de no entender ni concebir que España tirara por la borda más de tres siglos de historia, lengua, religión y cultura con el Tratado de Basilea, como dijera uno de sus tantos cronistas; reunidos como un pueblo dieron a luz otra vez al ejército de sus necesidades y en la madrugada del 7 de noviembre del 1808, bajo el mando del cotuisense Juan Sánchez Ramírez enfrentan a las tropas Napoleónicas comandadas por el veterano General Jean-Louis Ferrand y a sabiendas de la desventaja en armas y la poca experiencia combativa de sus criollos, negros y mulatos, Sánchez Ramírez selecciona como campo de batalla la Sabana de Palo Hincado en el Seibo y a todo pulmón frente a sus tropas en formación, hombres de torsos desnudos, uniformados sin más que su piel, donde sus colores se habían igualado por ser curtidas por el mismo sol, esa piel invulnerable cual armadura  forjada por el mejor acero en la fragua de la convicción y la disposición de morir antes de sentirse desarraigados de sus orígenes, grita a los cuatro vientos la arenga que lo inmortaliza y que de una u otra forma ha sido la posición de los grandes comandantes de la humanidad cada vez que se han dirigido hombres conversos para el rescate del derecho arrebatado  Pena de la vida al que volviere la cara atrás, pena de la vida al tambor que tocare retirada, y pena de la vida al oficial que lo mandare aunque sea yo mismo.

Los resultados de la batalla son de todos conocidos, los franceses vencidos, Ferrand se suicida ante la vergüenza de la derrota y volvemos a nuestros orígenes coloniales, años después muere el victorioso General Juan Sánchez Ramírez siendo gobernador y representando a la Corona española en la colonia de la isla de Santo Domingo, aquella corona que no pudo responder a tanto sacrificio, al morir  deja a su familia  en una espantosa miseria por haberlo entregado todo a favor de la causa, al parecer y sin saberlo hizo el futuro y creó la base del intangible pero decidido concepto del dominicano de Duarte que hasta ahora nadie ha podido doblegar.

La Independencia Efímera del Licenciado José Núñez de Cáceres, esa que nos bautiza como Nación soberana y que fue mancillada cuando apenas respiraba su señorío y  autodeterminación, esa que al ser mutilada por la oprobiosa ocupación del Haití de Boyer, no fue arrancada de nuestras manos sin antes recibir las frases vaticinadoras de Núñez de Cáceres, anunciando que no importando el tiempo de ocupación ni lo cruento del régimen la integración en ese momento y en el futuro seria una empresa imposible.

El determinante acto de La Independencia por siempre del yugo haitiano, soñada y concebida por el Apóstol de la Libertad, Juan Pablo Duarte y Díez, quien concentró, organizó, y educó a los que multiplicarían el espíritu de la independencia entre los hombres y mujeres de nuestra patria pisoteada, aquel que inspiró a un pueblo a parir al ejército de la república y parir a su vez un Estado, aquel que desprendiéndose de todo y entregándose asimismo por y para la causa de la independencia, dejó como legado una República Dominicana con Fe de Bautismo y fecha de nacimiento, otorgó nombre propio a los hijos de la nación y sembró por siempre en sus genes la capacidad de darlo todo por la patria; Duarte que siempre entendió que los hijos de esta tierra saben ponerse como ejército bajo el mando del líder patriótico para ofrendarse asimismo en aras de la libertad; Duarte que interiorizó y proyectó que la palabra libertad no es una ilusión si no un derecho; Duarte que a pesar de ser condenado por su propia generación se creció en el tiempo y se inmortalizó en el día a día de quienes agradecen el regalo de la soberanía y la determinación de su destino.

No importó que fuese extrañado de la Patria que concibió, no importó el desprecio de que fue víctima, Duarte una vez más dijo presente y regresó del olvido y desde tierras lejanas,  de inmediato solicitó ocupar su lugar en su pueblo cuando parió otra vez el  ejército al ser  nuevamente la independencia destruida por la ocupación extranjera, por ser obsequiada inconsultamente por segunda ocasión a España; nuevamente por la sangre de hombres y mujeres salidos del pueblo, que murieron con las armas en las manos, nuestra Patria recuperó su nombre y sus hijos su legitimidad, nuevamente las armas gloriosas como apéndices en las extremidades superiores de los dominicanos organizados en un pueblo que dijo presente en aquellos que prefirieron morder la tierra  por las heridas que los segaban para estar con ella y en ella a la hora de dejar este mundo, que comer el polvo de la retirada, aquellos que abonaron y recrearon la extensión del territorio nacional con los muros de sus cuerpos, irrigando con su sangre de héroes el futuro de las generaciones por venir, una vez más la Patria fue redimida y la institución, la que siempre la ha acompañado a la hora de garantizar su derecho a la Libertad, Soberanía y Autodeterminación, el Ejército parido por el pueblo, dijo presente, y Hoy y siempre dirá presente con diferentes voces y por diferentes personas porque el tiempo así lo exige, pero siempre dirá presente con la misma disposición al sacrificio, cada vez que la Patria y su sociedad clamen respeto por el derecho que nació y no muere con el hombre, porque el derecho a la libertad nunca será una ilusión y este es tan grande, profundo, sólido y eterno  como la dignidad que representa la dominicanidad.